lunes, 26 de abril de 2010

Los cambios sociales suponen el abandono de mucho conocimiento acumulado y asumido en forma de hábitos. La vivienda ha sufrido estos cambios; primero fue la desaparición del servicio doméstico, después la entrada masiva de la mujer en el mercado laboral, más tarde la multiplicación de las formas de ocupación y hoy la reducción brutal de su tamaño.

Posiblemente, lo que hace que la arquitectura trascienda los límites de la mera edificación es el trabajo sobre las condiciones de sociabilidad, sobre lo colectivo y lo público. Si bien el proyecto de vivienda parece haberse fundamentado históricamente en la acumulación de recintos privados especializados, no es menos cierto que lo público es lo que concierne en mayor medida a la arquitectura. La búsqueda de la sociabilidad se puede entender desde la vertiente porcentual de la pura gestión de lo edificado, pero también desde la construcción de estructuras que, vadeando una normativa que no permite excesivos festines, haga posible espacios y situaciones que faciliten la convivencia.
El espacio verdaderamente público se caracteriza por la ausencia de especialización; es posible desarroyar bajo su amparo un buen número de actividades sin ningún tipo de jerarquía. Es un lugar antiautoritario, carente de disciplinas de uso, pero lleno de códigos de utilización y sentido común. Desde el salón al recibidor, pasando por el portal, el descansillo, las azoteas o los desvanes, los espacios públicos en el interior de los edificios de viviendas no deben entenderse como lugares residuales, sino como la condición central de organización y de estructuración morfológica de las viviendas. Dentro y fuera de ellas introducen la dispersión de sus antiguas componentes y complican los términos de la propiedad privada.
Frente a la pericia sobre el tipo en la vivienda colectiva, los espacios disponibles sin destino concreto son los que pueden producir algún avance; el lugar sin nombre es susceptible de acumularse y segregarse, ser usado nocturna y diurnamente, con fines lúdicos o laborales. En definitiva, lugares en los que el estatuto de lo público se abalanza sobre lo privado, la sociabilidad se funde con la habitabilidad y la anticipación a situaciones desconocidas es la humilde premisa planteada por el arquitecto. La vivienda ya no es una unidad espacial, sino mental.